Antes de la masiva explosión de Beirut el martes, Líbano acumulaba ya un año de desgracias que había sumido el país en una profunda crisis tanto económica como social. "Nunca es buen momento para que el horror golpee una ciudad, pero para Beirut es difícil imaginar uno peor que éste", afirma Rami Ruhayem, periodista de la BBC en Beirut.
No es sólo que el aumento de los contagios por coronavirus haya puesto a los hospitales en dificultades para atender a los enfermos y ahora se enfrenten a la llegada de miles de heridos por la detonación, o que cientos de personas se hayan visto desplazadas con sus hogares reducidos a cenizas en cuestión de segundos. Líbano atraviesa sus peores momentos desde la larga guerra civil que duró de 1975 a 1990."Líbano importa la mayor parte de su comida. Su economía lleva casi un año en caída libre y crecen los temores de que se produzca una sensación de inseguridad alimentaria", afirma Ruhayem. Todo el grano almacenado en el puerto, lugar de la explosión, se ha perdido.

"Cuando el shock desaparezca, el impacto permanecerá por mucho tiempo", añade.
La explosión tendrá importantes consecuencias económicas puesto que la destrucción del principal puerto del país dificultará el suministro de alimentos en el futuro. La zona del puerto era una de las más habitadas y empobrecidas de la ciudad.
Esto se suma a la crisis financiera y a la hiperinflación en el país, que pasa por su peor crisis económica desde el final de la guerra civil. Miles de personas se han visto empujadas a la pobreza y la situación provocó en octubre las mayores protestas antigubernamentales que el país ha visto en más de una década.
¿Qué salió mal con la economía?
Incluso antes de que la pandemia de coronavirus a principios de este año, el Líbano parecía encaminarse a un colapso. Su deuda interna con respecto al producto interno bruto (lo que debe un país en comparación con lo que produce su economía) fue la tercera más alta del mundo. El desempleo se situó en el 25% y casi un tercio de la población vivía por debajo del umbral de pobreza.
A finales del año pasado, también se develó que el Estado era completamente consciente de que el Banco Central estaba llevando a cabo lo que era básicamente un esquema financiero piramidal, conocido como Ponzi. El organismo pedía prestado a los bancos comerciales a unas tasas de interés superiores a las del mercado para pagar sus deudas y mantener fijo el tipo de cambio de la libra libanesa contra el dólar estadounidense.
Al mismo tiempo, iba creciendo un malestar entre la población por el hecho de que el gobierno no es capaz de proporcionar ni siquiera los servicios básicos. A los cortes de energía diarios y la falta de agua potable se suman una atención médica pública limitada y una de las peores conexiones a internet del mundo. La situación pone de relieve las profundas divisiones en la sociedad libanesa, donde muchos ciudadanos acusan a la élite política dominante de acumular riqueza en lugar de realizar las amplias reformas necesarias para resolver los problemas del país.
Información tomada de BBC News Mundo.